Tongolele no sabía bailar es un libro prohibido, y ahí deberían concluir esta reseña y sus razones para leerlo. Tongolele no sabía bailar es un libro inclemente, mordaz, combativo, crítico y revelador, pero nada de eso hubiera acarreado su prohibición si no fuera ante todo un buen libro. Tongolele no sabía bailar es un Archipiélago gulag latinoamericano con forma de novela negra, en ocasiones cruda y oscura, en ocasiones jocosa y ridícula. Por ello, Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) ha sido acusado de incitación al odio por el régimen de Daniel Ortega, y sobre él pesa una orden de captura que ha motivado su exilio. Nada gusta menos a las tiranías que la mezcla de denuncia y alta literatura, y eso es lo que ha hecho el premio Cervantes de 2017 sin paños calientes ni medias tintas, y además en un género de raigambre popular, como es la novela policial.
Cuando la narrativa se pliega a unes intereses políticos, por muy legítimos que sean, suele quedar resentida en su calidad estética y altura formal. Ramírez no cae en este defecto ya que logra contextualizar con acierto una notable trama investigadora en las protestas del año 2018 en su país y en la salvaje represión que el Gobierno y los paramilitares ejercieron contra los manifestantes. El veterano periodista, desencantado con la evolución de la revolución sandinista donde participó, devuelve a la palestra al singular detective Dolores Morales y a su eficaz cohorte de secundarios, culminando la trilogía precedida por El cielo llora por mí (2009) y Ya nadie llora por mí (2017) y descarnando la denuncia que estos dos volúmenes ya contenían. Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo recorren, sin ser en ningún momento nombrados, la atmósfera violenta, chusca y ridícula del libro, pero esta se destila y alcanza una gran presencia en el comisionado de la policía secreta, Anastasio Prado, alias Tongolele y su camarilla de esbirros cayendo en desgracia o haciendo por subir en los podridos estamentos de la revolución.
De esta forma, la novela se articula en dos tipos de capítulos, aquellos que narran las pesquisas del inspector Morales y aquellos que siguen a Tongolele. Inicialmente este juego de espejos resulta maniqueo y un poco deslavazado, debido a lo endeble de la investigación que motiva las peripecias del primero, pero su muy eficaz y sugestiva resolución final abre de repente el foco de la lectura y del argumento con un recurso muy logrado. Lo que no se puede, sin embargo, negar es cómo Morales se va poco a poco desdibujando como personaje a la luz de los violentos acontecimientos que se desean narrar y cómo, en sentido contrario, Tongolele crece y crece y se erige en símbolo fantástico, crudo y poliédrico de los excesos denunciados. Los investigadores en el noir suelen ser héroes románticos que acaban encarnando la resolución ajusticiadora de un conflicto, Morales, con todas sus virtudes, no tiene espacio para discurrir por ahí, ya que justo lo que se denuncia, hoy en día se mantiene, y su labor a todas las escalas no tiene sentido. El que sí lo tiene es Tongolele y todos los Tongoleles que vienen detrás, con su inquina, su crudeza y su maldad y sin más ideología que acumular poder y riqueza y jamás perder el favor de la pareja presidencial.
Esta es, por otro lado, una de esas obras donde se despliega con toda su hondura la fuerza léxica y fonética del español de América. Ramírez lleva a nuestro castellano todo tipo de giros y vericuetos que, desde los tributos a la oralidad y los vivísimos diálogos, siembran con atracción, belleza y también comicidad muchos pasajes. En esto, como en otras tantas cosas, esta novela se recrea en las artes de Cervantes, también en su configuración —parejas que dialogan, mezcla de idealismo y realismo en ellas, denuncia social— y en su tono apesadumbrado, melancólico y un tanto cargado de impotencia. A pesar de la frase de uno de sus personajes “la palabra es más potente que una ametralladora de cuatro bocas”, Tongolele no sabía bailar, con todos sus niveles de denuncia, rezuma resignación ante el ogro revolucionario. Ramírez expone su prestigio intelectual en esta acusación y también, no lo olvidemos, su libertad e incluso su integridad personal, sabiendo, tal y como refleja en este libro prohibido, que en su país es imposible el cambio. Mientras tanto, al cerrar su trilogía impulsa al género negro latinoamericano a nuevas cotas de renovación y centralidad literaria, y llama con fuerza al Nobel para la lengua española que ya toca.
Tongolele no sabía bailar
Sergio Ramírez
Alfaguara, 2021
344 páginas, 18.90 €