“Peligro, francotirador trabajando” era una señal de tráfico que podía encontrarse en los suburbios católicos del Belfast más recalcitrante. Tres jóvenes que se criaron observándola, admirando los relatos gloriosos del IRA en boca de sus padres y sufriendo las represalias de los paramilitares unionistas son los antihéroes que el músico y periodista David Keenan (Glasgow, 1971) ha creado en Por los buenos tiempos. Como la representación del francotirador, este libro hipertrofia la violencia del conflicto norirlandés, mezclando realidad y sueño, frustración y deseo, lealtad y traición en una orgía literaria de radicalidad y exceso bajo la que se fragua una novela de iniciación que trasciende la vida adulta hacia ser un “provo”, es decir, un soldado callejero del IRA Provisional. La convocatoria que Keenan hace al lector es tan desenfrenada y grotesca que este disfrutará como sus tres matones con la sangre, la pólvora y la vulgaridad o sentirá rechazo por sus humillaciones físicas y sexuales, y desconcierto en las digresiones oníricas que sacuden el libro.
El ya adulto y encarcelado Samuel McMahon atropella un relato oral de sus “buenos tiempos” que roza el delirio. Estos son los sangrientos años 70 en el barrio obrero de Ardoyne y sus vicisitudes guerrilleras, lúdicas y eróticas junto a Barney y Tommy en un conflicto entre la amistad, la propia persona y la causa de una Irlanda unificada que supura por todos los poros de su identidad y sus vidas. Los provos son personajes públicos, una mezcla de matones maleducados y estrellas del rock para una sociedad humillada y profundamente machista que los ve como ángeles que portan tanto el miedo como la liberación. De esta forma, el IRA es mafia y juez, verdugo y ayuda, rito y sentencia, donde cualquier joven católico sueña con servir. En la penetración y ascenso de Barney, Tommy y Samuel en el asesinato, la extorsión o la obediencia debida no hay ceremonia ni sosiego; todo es crudo, instantáneo, enloquecido y sacudido por la efervescencia de los 70: la nueva música, las nuevas drogas e identidades culturales, las nuevas formas de sexualidad. Ahí es donde David Keenan se deja ver más al tomar recuerdos de su familia (su padre era católico de Belfast) y hacer constantes tributos musicales: The Clash, Rod Stewart y, en especial, el cantante Perry Como, a quien los tres provos idolatran y cuyas canciones jalonan sus actos y también el libro desde su mismo título.
Los españoles hemos tendido a ver siempre el IRA con las gafas de ETA. El que se asome a esta novela con ellas y con la óptica de las múltiples y exitosas producciones patrias sobre el problema vasco sentirá pronto desasosiego. En Por los buenos tiempos no subyace una ética, un juicio, ni siquiera una tesis política, David Keenan busca la violencia por la violencia, el sexo por el sexo, el arte por el arte, estirando el concepto de novela con decenas de juegos y cebándola con canciones, chistes, refranes y variadas formas de diálogo que la devuelven a una oralidad acorde con la ignorancia y juventud de sus protagonistas. Asistimos a una guerra con mayúsculas, pero sin las convenciones del belicismo o antibelicismo y, por supuesto, del realismo. El escocés es lo más parecido a un Tarantino que ha leído a nuestro Valle Inclán y que, en vez de la cámara, toma el procesador de textos sin hacer callar ni un momento a sus personajes y así crea oníricas escenas que casi asoman al abismo de la escritura automática. Tanto la prosa como la trama son, sin embargo, consistentes, generan una estructura sólida que permite estos excesos expresionistas hacia un esperpento celta de niños marginales que predicen el futuro u hombres calcinados que se consideran artistas, y también otros surrealistas alimentados por la efervescencia del cómic, la música y las drogas de aquella década. Estos originales devaneos conducen a una lectura sugestiva, frenética, sinestésica, pero también a la incredulidad y el absurdo cuando se abusa de ellos. Esto se acrecienta por la distancia insalvable de la traducción. El libro descansa sobre la jerga juvenil de Samuel y del resto de personajes y esta en castellano queda forzada y deslucida, los continuos refranes y chistes irlandeses también.
No obstante, las sensaciones lectoras finales son más que gratificantes. Sin darnos cuenta, Keenan nos ha metido y sacado de un relato que es circular y nos ha dado una óptica próxima y extremadamente original de lo que, al fin y al cabo, fue un conflicto bélico. Los giros y requiebros que el relato adopta no son ni mucho menos predecibles, las formas y aristas de las mentiras son lo suficientemente efectivas para mantenernos en vilo y, a pesar de tanto insulto y tanta sangre, se alcanza empatía hacia los personajes y tristeza hacia su inevitable destino. Por los buenos tiempos no obliga a elegir bandos ni reescribir de ninguna forma el pasado o el presente; es una historia de guerra, y como esta, desacraliza al que mata y al que muere.
Por los buenos tiempos
David Keenan
Sexto Piso, 2020
292 páginas, 21.90 €