Ser lector en estos tiempos tiene algo de héroe. Por fortuna sigue quedando un pequeño espacio entre la letra y la vida, donde es posible un encuentro tan solo propiciado por la literatura y su magia. En este lugar, quien lee como nosotros tiene que plantar cara a muchos dragones y amenazas. Solo tiene en su defensa la espada de madera de la imaginación, pero esta consigue trazar el arcoíris que une o separa los dos lados de las palabras: escritor y lector.
El enorme dragón de la razón pretende desvestir incluso a la ficción de los muchos velos del mito y el misterio. En nuestros cuentos y novelas no todo es inteligible, no todo tiene solución y si algo prevalece, es la incertidumbre y el desasosiego. En ellos armamos juntos una narrativa que en gran medida es trágica porque los conflictos no se resuelven en la hipocresía.
El dragón del optimismo social y tecnológico actual pone telones y máscaras en todas las esquinas sucias e injustas haciendo ver, también desde el arte y la literatura, que el mundo, nuestro mundo, es un lugar mejor. Nuestra espada de madera, lector, en cambio azuzará lo que no queremos ver: estos dramas se amparan en la pobreza, la emigración, la marginalidad, la muerte. Quedan muchas aristas sombrías en las mujeres y hombres para todavía muchos grandes cuentos por leer y escribir.
Quizá el más temible hoy en día sea el basilisco de lo efímero. Contar una historia a veces parece carente de sentido entre tantas frases, titulares, historias, personas, productos que surgen y se desvanecen en horas o días. La narrativa, o al menos la buena, no logra pasar por el ojo de esa aguja, es una noticia que sigue siendo noticia. Por ello todas nuestras historias miran al pasado y al futuro, hacia atrás a los maestros que inspiran sus imágenes, técnicas, tramas (Hemingway, Vargas Llosa, Cervantes…); hacia delante a los lectores del año que viene, del otro, de dentro de una década o de quizás nunca jamás.
Buscamos así confundir el terreno de la memoria con el terreno de la leyenda. Palabras, palabras, palabras es cuanto podemos blandir para mimar ese espacio donde se encuentran letra y vida y que en nuestro caso es la prosa. Por eso, lector, el mayor de nuestros votos es acercar a través de ella la narrativa a la poesía, y así cortar con nuestra espada de madera la cabeza de los tres dragones.
Las tiranías mandan a los escritores a los campos de concentración y las democracias a los platós de televisión.