El traductor y cuentista Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) lleva años protagonizando sugerentes escapadas en el medio fondo de la narrativa, al tiempo que asciende posiciones en el escalafón de su generación gracias a su talento compaginando lo cotidiano y lo fantástico, lo original y lo accesible. En ese espacio mestizo entre la novela y el cuento Jon Bilbao ha firmado el tríptico El silencio y los crujidos (Impedimenta, 2018), el ingenioso, sugerente y efectista artefacto que es el western Basilisco (Impedimenta, 2020 y la recién publicada novela corta Los extraños.
En ella el asturiano toma algunos elementos habituales de relatos anteriores —la pareja formada por Jon y Katharina, su casa familiar en la localidad costera de Ribadesella, la aparición repentina de lo sobrenatural— para con cierta perspectiva autoficcional construir una trama de mayor entidad gracias a la mayor extensión del género nouvelle. La anodina vida de pareja de Jon y Katharina, basada en precarios teletrabajos, la rutina doméstica y las aficiones no compartidas, se ve tensionada por dos acontecimientos casi simultáneos: el supuesto avistamiento de ovnis en Ribadesella y la visita de Markel, un primo lejano de Jon, y su compañera Virginia, los extraños que dan título al libro. Este elemento desequilibrante, que a cualquier lector recordará a clásicos como Casa tomada, genera tanta atracción como interrogantes a la pareja protagonista y sirve para que salten por los aires muchas de las costuras de su relación. Ahí es donde se despliegan los momentos más certeros de Los extraños, el sutil tacto de cuentista de su autor para sugerir el desapego, el cariño, la complicidad o la independencia de Katharina y Jon con muy pocos detalles. Sin embargo, la magnitud de este relato es obviamente mayor, y con un planteamiento a veces cinematográfico, el lector puede percibir que se le está cebando con dos enigmas que requieren su resolución: los objetos voladores sobre la ría y, sobre todo, el origen y la verdadera naturaleza de Markel y Virginia.
Intentar entender o leer Los extraños de esta manera puede resultar desconcertante si esperamos que se nos dé la narración hecha, pues seremos finalmente nosotros quienes tengamos que construirla. La nouvelle es un género extraordinariamente complejo en su brevedad, casi pantanoso, y a veces resulta difícil no quedarse atrapado en la ambigüedad que destila. Nunca terminamos de estar seguros de si la historia que pensamos que se ha contado es la que verdaderamente se ha contado, y eso nos pasa con la de Jon y Katharina cuando alternan curiosidad y recato, valentía y rubor ante lo que van conociendo de sus invitados y de cómo recuerdan su pasado. La aparente sencillez lingüística y argumental de Los extraños esconde decenas de sugerencias, elipsis y eufemismos donde su autor no ha sido tan hábil o sagaz como con el dibujo de los personajes y las atmósferas. El lector de novelas está acostumbrado a que los enigmas planteados le sean descifrados. Sin embargo, en sus formas breves esta resolución tiende a no ocurrir, pues son los secretos que atraen la lectura quienes concentran y sostienen las diferentes historias que se plantean. Con todo ello, el final del libro resulta un tanto descuidado y genera una cierta incredulidad que, no obstante, invita a emprender desde la primera página una segunda tentativa y volver a buscar entre los señuelos pasados por alto aquello que no se ha hallado.
Puesto en perspectiva, este dista de los mejores momentos de Jon Bilbao, que son muchos. Se trata de una inteligente metáfora de las actuales relaciones de pareja en la mediana edad y el estrés al que se hayan sometidas ante la vida laboral y la presión de la maternidad, pero una lectura que, aunque encandila, solo vibra en algunos instantes.
Los extraños
Jon Bilbao
Impedimenta, 2021
144 páginas, 17.25 €