Una historia que camina sobre el agua, reseña de Basilisco de Jon Bilbao

Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) es una de las figuras más consolidadas del cuento español contemporáneo, pero también ha sido capaz de llevar su narrativa al terreno de la novela a sabiendas de que alcanzar la maestría en ambos géneros resulta algo extremadamente complejo. Muy pocos autores la han logrado, un cuento y una novela se construyen con los mismos materiales y técnicas, pero no con el mismo oficio. Cientos de cuentistas se han perdido en la magnitud de personajes, descripciones y tramas que una obra de centenares de páginas requiere, decenas de novelistas se han visto incapaces de abordar la condensación y la sugestión que el relato necesita. Uno de estos últimos fue Gabriel García Márquez quien aventuró una posible incompatibilidad de ambas formas: “escribir una novela es pegar ladrillos, escribir un cuento es vaciar en concreto”. Con valentía, y da la sensación que también con gran necesidad de resolver este antagonismo, Jon Bilbao emprende la cuadratura del círculo. Basilisco no es una novela, aunque es así cómo se nos presenta, tal vez por ser el formato más comercial y también más absorbente y dúctil; tampoco es un libro de cuentos al efecto como aquellos con los que el escritor vasco ha cosechado importantes premios. Basilisco es algo que trata de tomar lo mejor de ambas tradiciones y géneros creando una forma literaria híbrida y novedosa, cuya magnitud y en ocasiones extrañeza casa bastante bien con su título.

De esta forma, Basilisco se despliega en dos líneas de temática, registro y punto de vista muy disímiles que permiten la alternancia de capítulos caracterizados por una trama interna casi independiente del resto: la primera es un wéstern, que muchos llamarán crepuscular, basado en las peripecias de John Dunbar, un antiguo soldado de la guerra civil americana que ofrece sus servicios a una expedición científica que se interna en Utah; la segunda, un conjunto de relatos sobre las relaciones familiares de un escritor afincado en el norte de España, con ingredientes más que evidentes de la tan de moda autoficción. Pese a lo que pudiera parecer, la narración del oeste no resulta artificiosa ni impostada y parece más salida de un novelista texano devoto de Sergio Leone que de un escritor de Ribadesella. Bilbao cabalga todos los elementos típicos del wéstern (indios, fiebre del oro, emboscadas, Séptimo de Caballería…) merced a una profunda labor de documentación y a un gran sentido de la acción, lo que genera una lectura cruda y muy dinámica. A ello se suman algunos ingredientes fantásticos y metaliterarios que hacen todavía más atractiva la lectura por la sorpresa que generan. No hay que olvidar que su autor fue responsable de la traducción al castellano de la sorprendente novela del oeste y finalista del Pulitzer A lo lejos de la que en Basilisco se pueden encontrar algunos ecos, especialmente en su intento de crear un protagonista nuevo alejado del héroe del wéstern clásico o del antihéroe del spaghetti western y el wéstern moderno. Sin embargo, el dibujo de John Dunbar no alcanza las dimensiones míticas que su autor trata de conseguir, precisamente por la propia fragmentación del relato.

La acción que abunda en esta primera parte es de la que carece la segunda y donde se disfruta la capacidad de Bilbao para “vaciar en concreto”, como hablaba García Márquez. Con tramas mínimas (un avión que se cuela a su hijo en un cementerio, instalarse en la vieja casa familiar), su narración en primera persona evidencia una gran sutilidad para sugerir enormes conflictos (la separación, el desamor, la cobardía…) que ni siquiera llegan a aparecer. Dejarse llevar por estos relatos y su retrato descarnado de las inseguridades y fallos de un hombre constituye un deleite de primera magnitud. Puestos a elegir, aunque no hay por qué hacerlo, esta segunda línea gana a la primera por su aparente naturalidad, concreción y manejo del lenguaje.

Pero Jon Bilbao en su ambiciosa propuesta no intenta solo vaciar, sino también “pegar ladrillos”, en este caso relatos, capítulos, estas dos líneas argumentales tan distintas, y es ahí donde se encuentra la mayor debilidad de este más que notable libro. Dado que se evita una trama que ate todo entre sí, los personajes secundarios se desdibujan y escapan, así como también algunos de los conflictos que son sugeridos.  En un primer momento, el autor recurre al clásico modelo de la historia contada por uno de los personajes y así el escritor escucha el wéstern, luego no existe más que la yuxtaposición de capítulos, finalmente propone un bonito juego metaliterario de “mise en abyme”, que es tan inteligente como tosco en su planteamiento y al que el lector debe estar muy atento si quiere saber quién escribe cada capítulo. Basilisco se sostiene y disfruta mucho mejor con una lectura por partes que con otra de todo el conjunto, pero sea de la forma que sea, es un libro en el que merece la pena entrar, así como volver, quizá más de una vez.

Basilisco

Jon Bilbao

Impedimenta, 2020

304 páginas, 22 €

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